“La furia” y otros cuentos por Silvina Ocampo

Los personajes principales de los cuentos de Ocampo son principalmente los niños. Ocampo utiliza “niño” o una pequeña estatura en combinación con crueldad y conceptos como la muerte súbita para crear la esencia de la grotesca  el mundo cruel en sus cuentos. Los niños a veces son los principales actores del siniestro sin ser conscientes de las consecuencias de sus acciones, por ejemplo en “la boda”, “Voz en el teléfono” y también en “La sibila”, y en algún momento son víctimas de la crueldad de la adultos ignorantes, como en “La furia”, “La paciente y el médico”, “las fotografías”, y otras veces están los observadores de lo absurdo de los adultos, como en “el vestido de terciopelo”.

“Mimoso” es un perro embalsamado que su dueña, Mercedes, está obsesionado con él. Esto demuestra lo difícil que es dejar atrás algo que se quería mucho cuando ya se ha perdido y lo importante que es dejarlo antes de que sea demasiado tarde. “La raza inextinguible” se trata de una ciudad habitada principalmente por “pigmeos” que trabajan duro y que están siendo aprovechadas por “las personas grandes”. También nos cuenta que ser “una persona grande” no es tan fácil y tiene sus propias dificultades. Muestra cómo estatura y apariencia no otorga la prosperidad individual, como dice ” Es verdad que algunos, entre nosotros, afirman que al reducirnos, a lo largo del tiempo, nuestra visión del mundo será más íntima y más humana” (229).

Mis otros cuentos favoritos por Ocampo son “La paciente y el medico” y “El goce y la penitencia”. “La paciente y el medico” muestra cómo las personas con posiciones sociales aprovechan las que se sienten vulnerables, cómo se descuida el amor puro e inocente de una niña y ser burlado por su médico ignorante. El cuento es de una niña locamente enamorada de su médico y nos cuenta todo de sus afectos y pensamientos. Por otro lado, el médico lo encuentra molesto y fastidioso. El cuento nos revela los pensamientos crueles e ignorantes del médico.

“El goce y el medico”. Parece ser una historia romántica, pero creo que la ironía precede a todo el romance. Es una historia de un romance entre un pintor y la esposa de su cliente. El marido es tan ignorante que cree que el retrato del pintor es la de su propio hijo. La infidelidad no era representado como algo “malo”, pero se convirtió en un incentivo para fortalecer el amor entre los casado: “No podíamos amarnos sin Santiago en penitencia, en el altillo” (214). Sin embargo, la pintura no fue en vano, ya que cuando “[el] marido comprobó que [el hijo menor] era idéntico al retrato de Santiago” y “Colgó el cuadro en la sala” (215).

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